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Retablo de
San José

Barroco
1ª Mitad del siglo XVII
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Se encuentra ubicado en el ábside de la nave izquierda junto al retablo mayor. Es de idéntica composición que el de Santa Ana (abside de la nave derecha). La adaptación al marco arquitectónico de ambos retablos se realiza mediante sendas veneras que cubren las primitivas crucerías góticas, lo que nos permite suponer la existencia de otros retablos anteriores (igual que sucediera con el retablo mayor).

El retablo de San José se organiza en tres calles y dos cuerpos coronados mediante un ático. Como elementos de soporte se utilizan columnas salomónicas, estípites y capiteles de tradición corintia.

La decoración exuberante (como corresponde a este estilo), frutas tropicales, granadas abiertas que nos muestran sus granos, uvas, pámpanos de vid, invaden el espacio arquitectónico con un obsesivo "horror al vacío". Las tarjas o peinetas aparecen, asi- mismo, con decoración vegetal. Destacan las correspondientes a la calle central. Una de mayor tamaño corona dicha calle en el centro del entablamento circular.

La hornacina central, en la que se encuentra una estatua en bulto redondo de San José con el Niño, se encuentra rematada por una tarja decorada en el mismo estilo, en cuyo centro queda enmarcado un cáliz con hostia y las cinco llagas (motivos eucarísticos y de la Pasión de Cristo).

Contrasta el exagerado exorno del conjunto con las columnas de los extremos de ambos lados, que presentan un amplio espacio liso que contribuye con el dorado a dar una impresión de luminosidad y elegancia.

En la parte superior, sobre los entablamentos lisos del ático, descansan sendos flameros.

Domina, junto al dorado, rica policromía en tonos rojo, azul y verde.

El retablo es anónimo. Sin duda su autor es el mismo que el del retablo de Santa Ana.

En cuanto a la temática es clara si seguimos el simbolismo eucarístico (racimos de uvas, pámpanos, cáliz, llagas de la Pasión...). El retablo, aparte de su advocación josefina, es una clara exaltación del sacramento de la Eucaristía.

 

Técnica y materiales: Ensamblado, tala, dorado, policromía, encarnado, madera, pan de oro.

Dimensiones: 8,60m. x 5,03m .

San José y el Niño, escultura

Anónimo castellano. 1ª Mitad del XVII.

San José está representado como un hombre maduro, en la plenitud de su vida. Lleva barba poblada y oscura y largos cabellos castaños que le caen sobre la espalda. Adelanta su pierna izquierda, acusando la rodilla bajo el manto en actitud de movimiento. Viste túnica dorada y manto anaranjado claro, ambos bordeados por una cenefa decorada con motivos fitomorfos. Bajo el manto aparecen los pies calzados con ligeras sandalias de cuero.

El Niño se inclina sobre el hombro derecho del santo. El rostro es sonriente y mira hacia arriba, mientras San José se muestra sereno y dirige su mirada hacia el espectador. El santo abarca con su mano derecha la mano del Niño que señala con su dedo índice hacia las alturas.

El nimbo que se levanta sobre la cabeza de San José es bastante original. Tiene forma de corona circular con un calado de pequeños rombos y en su centro una cruz aspada que se remata con un adorno vegetal.

El conjunto escultórico es de buena factura que se pone de manifiesto en la minuciosidad con que el artista ha tratado detalles como manos, pies, uñas, etc.

La escultura es de madera tallada con policromía, encarnado y dorado con pan de oro.

 

Completa el conjunto del retablo un pequeño sagrario de madera situado en el centro del altar. El frontal está pintado con una bella imagen de Jesús como Buen Pastor. Como elemento simbólico figura la vara florecida que porta el santo.

 

Dimensiones: 1,60m. x 0,60m.

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San Nicolás de Bari, pintura

Pedro de Olivares. c. 1694

El santo obispo de Mira, en Licia, que vivió en el siglo VI, y cuyas reliquias fueron trasladadas a Bari (Italia) en 1087, aparece representado como hombre maduro, semicalvo, barbado, de rostro proporcionado, vestido de obispo, sin báculo ni mitra.

El halo de misterio que siempre ha rodeado la figura de este popular santo parece recogerse en este hermoso lienzo, al quedar su rostro semioculto en la penumbra.

El Santo aparece en posición frontal, mirando al espectador. Bendice con la mano derecha, mientras que en la izquierda lleva un libro cerrado (referencia a su condición de escritor) sobre el que descansan tres bolas doradas que aluden a las tres bolsas de oro con las que el santo dotó a tres jóvenes para dote matrimonial y alejarlas de la prostitución.

En las muñecas lleva el santo unas pulseras de oro con granates engastados. Llama al atención el ajedrezado que forma dos cruces griegas sobre la estola.

La luz incide sobre la mitad derecha del santo, iluminando la estola y parte de su túnica, mientras que el rostro permanece en semipenumbra, acentuando la personalidad un tanto misteriosa del santo de Bari.

Técnica y materiales: Oleo sobre lienzo, policromía. Dimensiones: 1,15m. x 0,87m.

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Santa Inés, pintura

Pedro de Olivares. c. 1694

La santa mártir italiana aparece representada como joven de rostro sereno que dirige su mirada hacia la izquierda del espectador. Lleva pelo largo, rubio y trenzado, recogido por un pañuelo de gasa azul del mismo tono que el de su túnica. Un echarpe cae sobre sus hombros y se recoge por delante mediante una piedra, que semeja un zafiro, de la que pende una perlita. Sobre al túnica azulada, un manto rojo y sobre el cuello de la santa, un collar de perlas. Indumentaria y joyas nos recuerdan el origen noble de Santa Inés. Lleva los atributos característicos de su iconografía: un corderito blanco (símbolo de inocencia y dulzura), palma del martirio (murió decapitada en Salerno -Italia- en el 303) y el nimbo circular (santidad).

El poco acertado tratamiento de la nariz resta belleza al rostro de la joven santa.

Dimensiones: 1,15m. x0,87m.

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Santa Bárbara, pintura

Pedro de Olivares. c. 1694

El artista utiliza para el cuadro la misma modelo que para el de Santa Inés, pero el rostro de Santa Bárbara es de mayor perfección. La santa va vestida con ricas vestiduras que evocan su condición social. Un velo cubre parcialmente la parte posterior de su cabeza, cae sobre los hombros y se recoge por delante. La policromía de sus vestiduras es de tonos anaranjados y verdosos. Porta en sus manos una torrecita almenada de tres cuerpos, el último culminado por un tejado cónico. Además lleva al palma del martirio y nimbo circular. La torre alude al encierro de la santa por parte de su padre y a la decapitación ejecutada por el mismo en Nicomedia (235 d.C.).

El fondo de la composición de este lienzo está sensiblemente oscurecido por la pátina del tiempo. Dimensiones: 1,15m. x0,87m.

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San José y el Niño, pintura

Pedro de Olivares. c. 1694

San José aparece representado como hombre maduro, con barba oscura y larga cabellera de color castaño. El rostro es de bellas facciones, destacando sus grandes y profundos ojos oscuros. Lleva en su mano derecha su atributo más conocido: una varita florecida de azucenas, símbolo de pureza. En su mano izquierda sostiene un globo terráqueo sobre el que se posa la mano del Niño. Ambos se intercambian presentes: San José el ofrece una manzana y el Niño le da una azucena.

El niño aparece gordezuelo, semidesnudo y apenas cubre su cuerpo con una capa rojo-anaranjado de acusado vuelo a su espalda.

La túnica de San José es verdosa-azulada y su manto de color ocre, policromía que se enriquece mediante el contraste del colorido del paño del Niño.

La luz que parte de un foco lateral situado a al derecha del espectador alumbra el cuerpo del Niño, mientras que el Santo aparece en penumbra.

Entre los símbolos más destacados de esta composición figura el de la manzana que alegoriza la fruta del Árbol del Bien y del Mal y la Redención.

Dimensiones: 1,15m. x 0,87m.

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Virgen de los Dolores, pintura

Anónimo castellano. Mediados del XVII.

Apaerce arodillada con la cabeza inclinada hacia adelante y a la izquierda del espectador. Muestra actitud orante y tiene los ojos entornados. El rostro es joven y de singular hermosura. Cubre su cabeza con un manto negro el que destaca un hábito blanco. Coronan la cabeza de la Señora un haz de rayos flamígeros que contrastan con el fondo oscuro. Siete espadas atraviesan el pecho de la Virgen siguiendo la profecía del anciano Simeón. Obra de singular factura, sin duda, uno de los mejores cuadros del retablo, a pesar de que necesita una conveniente restauración.

Dimensiones: 1,60m. x 1,15m.

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Bibliografía y Fotografía

Gracias a los que han investigado y compartido sus conocimientos y fotografías con el resto de torrijeños a través de los medios de comunicación, publicaciones históricas, etc...

Asociación Amigos de la Colegiata, Julio Longobardo, Fernando Alcántara, Jesús Sánchez de Haro, Justiniano de la Peña, Antonio Toledo, Alfonso Donoso, Gregorio Sánchez de Rivera, Fernando Melara, Jesús del Castillo, Hermandades Penitenciales, Ayuntamiento de Torrijos, Asociaciones y Grupos Parroquiales...

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